Maíz transgénico vrs - maíz criollo: Sembrando dudas en los agricultores de Nicoya
Desde los Chorotegas hasta el día de hoy, los agricultores de Nicoya, Guanacaste, han sembrado sus propias semillas de maíz por generaciones, entablando una relación de identidad con sus cultivos.
No obstante, tras la otorgación del permiso que obtuvo el pasado 21 de enero la empresa DPL Semillas para sembrar 0,9 hectáreas de maíz transgénico en el país, se ha generado cierto temor en diversos sectores de la población y ha devuelto a la discusión el tema de la seguridad alimentaria de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM).
Hay que mencionar que la historia de los OGM en Costa Rica, no es nueva pues sus antecedentes se remontan a la década de los años 90 cuando se otorgaron los primeros permisos para la siembra de cultivos con características genéticas alternativas.
Según la revista Germinar del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Costa Rica en su edición de enero 2013, “En Costa Rica desde 1991 la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad autorizó ensayos para producir semilla modificada genéticamente de maíz y soya para exportar”.
Dichos ensayos se efectuaron también en cultivos de algodón, banano, maíz, piña y soya durante el 2007, 2008 y 2011. De acuerdo a datos de Germinar en esos años se sembraron un total de 448,894 hectáreas de organismos genéticamente modificados.
Actualmente, en el país muchos opinan que los OGM representan una amenaza para la soberanía alimentaria nacional, pues la introducción de estas “variedades distintas” podría reemplazar el uso que hacen los agricultores del maíz autóctono, además de modificar la estructura genética del mismo mediante la polinización.
Pero Nevio Bonilla, especialista en mejoramiento genético del Instituto Nacional de Innovación Transferencia en Tecnología Agropecuaria (INTA), asegura que hay mucha desinformación y desconocimiento sobre los OGM, y que hasta se han “satanizado” los efectos de estos organismos.
Bonilla explicó que en el país los agricultores usan variedades mejoradas, híbridos, y criollos. “En variedades mejoradas, la más utilizada la diamante 8843, los agricultores utilizan sus propias variedades o híbridos, es decir la combinación de una planta padre y una madre muy diferentes entre sí, lo cual da como resultado un hijo que es mejor en rendimiento, y mayor desempeño a plagas o condiciones ambientales”, aseguró.
Lo anterior significa que cada agricultor puede producir su propia semilla, “cruzando” las variedades de maizales que desee para así obtener semillas de mejores rendimientos. No obstante Bonilla recordó que estos híbridos son para uso propio y no con fines comerciales.
Alonso Chacón, encargado de la Oficina Nacional de Semillas (ONS), explicó que para otorgar el permiso de sembrar semillas con fines comerciales, el productor debe tener primero la aprobación del Servicio Fitosanitario del Estado, luego la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad se encarga de evaluar aspectos técnico-científicos y finalmente la ONS supervisa y da seguimiento a las empresas y sus cultivos.
Chacón mencionó que actualmente la ONS esta recabando información sobre las variedades existentes de maíz criollo que se ha sembrado por años en el territorio nacional.
El riesgo de la polinización cruzada
Uno de los puntos más fuertes que las voces contrarias al transgénico plantean, es el riesgo de la polinización cruzada. Esta se produce cuando el polen de una planta de origen transgénico es “pasado” a una planta no transgénica.
Jorge Baltodano, ingeniero agrónomo encargado de la Finca La Ceiba de Nicoya, explicó que cada grano en la mazorca del maíz es un fruto y que cuando esta se encuentra en la etapa de floración, recibe el polen de diversas formas como por medio de insectos o el viento, entre otros.
“A este proceso se le llama polinización cruzada, por lo que si una planta de maíz estuviera cerca de variedades de maíz blanco, amarrillo y morado (pujagua), los granos de cada elote podrían ser de esos tres colores combinados”, aseguró.
Pero tanto Chacón como Bonilla afirman que hay estudios que comprueban que el polen puede viajar hasta 500 metros de un sembradío a otro, y que actualmente el permiso que se le está otorgando a la empresa DPL establece una distancia mínima de un kilómetro entre los cultivos.
Bonilla agregó que “el transgénico es la misma planta de género y especie, con la diferencia de que la ciencia ha permito determinar ciertos rasgos físicos y características que no están presentes en las variedades comunes. Por ejemplo algunos de estos organismos tienen un gen que es resistente a la sequía, el cual ha sido tomado antes de otra planta o animal y que es trasladado a la planta de maíz, lo que le permite a ese gen activarse en la planta de maíz para que cuando está enfrente problemas de sequía, pueda resistir los cambios climáticos”, comentó.
En Nicoya los productores locales opinan que el maíz criollo es el mejor, por rendimiento, facilidad de producir, y hasta por un asunto de sentimiento adquirido con el paso de los años.
“Desde que empecé a trabajar con mi tata he sembrado maíz, frijoles y arroz para el consumo de la casa”, comenta orgulloso Liborio “Goyito” Perez Madrigal, vecino de Matambuguito de Nicoya.
El considera que el maíz criollo es “más rendidor” que otros y aseguró que la llegada del maíz transgénico como parte de los OGM es una amenaza para la tradición de los agricultores de la Península de Nicoya.
José Luis Zúñiga, vecino de Santa Ana de Nicoya es otro agricultor local quien ha vivido durante la mayor parte entre maizales. Él espera con anhelo la llegada de las primeras lluvias en abril o mayo para empezar a sembrar su maíz, granos que luego su familia convertirá en ricas tortillas, rosquillas, tanelas y chorreadas, entre otros deleites.
Por su parte Luis Felipe Aráuz Cavallini, Decano de la Facultad de Ciencias Agroalimentarias de la Universidad de Costa Rica mencionado en la revista Germinar, dijo que “el maíz es un cultivo indígena de Costa Rica, que ostenta una gran riqueza en biodiversidad, que podría verse alterada con contaminación de genes patentados”.
Aráuz destacó que “hay mucho interés de los pequeños agricultores de rescatar el maíz criollo y darle a ese carácter criollo un valor agregado, ligado a valores culturales”.
Con tanto cariño local para el maíz, Jorge Baltodano aseguró que los campesinos nicoyanos nunca van a cambiar su semilla criolla, con la cual “han alimentado hasta sus gallinas”.
Nota tomada de El pais.cr