Costa Rica es ‘epicentro’ ideal para el estudio de temblores
En Costa Rica tiembla mucho, eso para nadie es un secreto. Lo que pocos saben es que el peligro de generar terremotos de magnitud mayor a ocho es baja.
“Somos un país pequeño y las fallas lo son también; no tenemos potencial para generar terremotos grandes. Entonces, podemos aprovechar, científicamente, esa condición”, comentó el sismólogo Marino Protti, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) de la Universidad Nacional (UNA).
Protti fue uno de los investigadores que pronto lo entendió y puso en marcha un programa de monitoreo sismológico, que ya cumple 20 años.
Gracias a ello, Protti y Víctor González anticiparon el terremoto de Nicoya, ocurrido el 5 de setiembre de 2012.
“Ese es el sismo mejor documentado en la historia y no es por el número de estaciones, Japón tiene 1.000 y nos supera por mucho, sino porque nosotros tenemos las nuestras encima de la falla”, dijo Protti.
En el mundo hay más de 50.000 kilómetros de zonas de subducción, definidas como sitios donde una placa tectónica se desliza debajo de la otra, y solo el 2% tiene la particularidad de poseer tierra firme encima.
Costa Rica cuenta con dos penínsulas que se asientan en esa zona de acumulación y liberación de energía, que provoca terremotos. Sus áreas de contacto entre placas están identificadas: Nicoya es capaz de generar sismos de una magnitud máxima de 7,9, Osa, y Burica, de 7,4; y el Caribe sur, de 7,6.
“En el resto del mundo, la falla, deformación y acumulación de energía se da fuera de la costa, en el mar. Los cambios que se ocurren en la falla, cuando uno trata de registrarlos en tierra, ya están atenuados”, explicó Protti.
De nuevo, el país es sitio ideal para estudiar sismos y aprender de ellos para prepararse.
Lugar ideal. Costa Rica está ubicada en una intersección de placas tectónicas. “Mientras que en unos países tiembla porque interactúan dos placas, aquí tiembla porque tenemos cuatro interactuando (Coco, Caribe, Nazca y Suramérica) a lo largo de cinco límites de placas”, explicó Protti.
Ese contacto entre placas, las fractura, por lo que se tienen sismos causados por el roce entre estas y otros por tales roturas.
A eso se suma que las fallas se mueven rápido. La velocidad de choque entre placas tectónicas se calcula en 80 milímetros por año.
“Eso hace que los sismos de subducción pasen con frecuencia, mientras que en otros lugares hay que esperar hasta cinco siglos para que ocurra un terremoto de subducción. Eso, en términos científicos, nos permite aprender más de ellos”, manifestó Protti a La Nación .
Dichas características llevaron a los sismólogos del Ovsicori a colocar instrumentos de medición sobre la falla en Nicoya: 20 estaciones de georreferenciación (GPS) y otras 15 sismológicas.
Eso les permitió ver, desde 1995, cómo se cargaba la falla y cuáles partes estaban más fuertes y cuáles más débiles.
“Así pudimos anticipar el terremoto de Nicoya. No solo sabíamos que el terremoto iba a ocurrir, sino que también qué partes de la falla se iban a mover”, comentó el científico.
El terremoto ocurrido en el 2012 vino precedido de un sismo lento que los instrumentos empezaron a registrar semanas antes del gran sismo.
“Ahora se comienza a comprender la contribución que tienen estos sismos lentos en reducir el potencial de futuros terremotos destructivos. Si no ocurrieran sismos lentos, toda la deformación se acumularía para ser liberada en terremotos mucho mayores de los que realmente ocurren”, explicó Protti.
Eso sí, el reto está en poder diferenciar estos sismos que son premonitores de terremotos de los que no lo son.
Para la magnitud que fue (calculada en 7,6), el terremoto de Nicoya pasó inadvertido para los noticieros internacionales porque, aunque hubo pérdidas, su impacto fue bajo.
Esto se vio favorecido porque ocurrió a una profundidad entre 20 y 30 kilómetros, en una zona con poca infraestructura, pero también porque se anticipó y eso favoreció la prevención.
Gracias a los datos aportados por Protti y González, el código de construcción se mejoró en 2002.
“Lo importante de Nicoya no fue saber cuándo iba a ocurrir, sino que efectivamente el sismo ocurriría y las características que tendría. Eso permitió preparar a la población”, dijo Protti.
Ciencia vale la pena. Estos hallazgos fueron publicados en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences .
Más allá del prestigio, Protti considera que sí vale la pena conocer, de antemano, dónde ocurrirán terremotos. Si se puede prevenir y preparar a la población, la ciencia paga la factura de la inversión realizada en ella.
Actualmente, los investigadores de Ovsicori no descuidan Nicoya. Al contrario, Protti y González están registrando la etapa posterior al gran sismo donde el deslizamiento de la falla continúa y empieza a “curar”.
Paralelamente, sus ojos se posan en Osa donde ocurren terremotos cada 40 años. “Le toca uno de magnitud entre 7,2 y 7,4 en unos 10 o 15 años. Vamos a repetir el experimento porque necesitamos aprender más”, dijo Protti.
Fuente: La Nación.