Sancarleño produce biodiésel a partir de la grasa animal
Del sebo que se desecha en los mataderos porcinos y bovinos se puede obtener materia prima para crear un combustible amigable con el ambiente.
Ese fue el dato que Ricardo Herrera leyó años atrás en un artículo periodístico, el cual sembró “la espinita” en este vecino de San Carlos e hizo que convirtiera en productor de biodiésel a base de grasa animal.
“Han pasado seis años desde ese día y hoy ya hacemos unos 80.000 litros mensuales de biodiésel”, resaltó Herrera, cuya iniciativa recientemente fue reconocida en el segmento de innovación tecnológica del premio Aportes al Mejoramiento de la Calidad de Vida.
El galardón es otorgado por las universidades públicas del país, el Consejo Nacional de Rectores (CONARE) y la Defensoría de los Habitantes.
En la planta de Herrera, ubicada en Santa Clara de Florencia, en San Carlos, también se utiliza grasa vegetal para elaborar combustible, la cual se obtiene del aceite desechado en restaurantes y algunos otros establecimientos.
En el caso de la grasa animal, Herrera la adquiere de un matadero administrado en esa localidad por el Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR).
“Ellos matan todo el ganado de la zona. Nos dan el sebo crudo (la grasa). Eso viene para acá, tenemos que cocinarlo y luego procesarlo para poder convertirlo en combustible”, explicó Herrera, quien hoy lidera la empresa de biodiésel H&M.
El proceso para saber qué partes de los bovinos y porcinos serían útiles para la producción fue algo de prueba y error, recordó Jaime Galindo, regente veterinario del matadero del ITCR.
“Primero se utilizaron todas las vísceras, luego parte de ellas, hasta que llegamos al punto de saber qué es lo que nos sirve para la producción del biodiésel. Hay bastante grasa que queda del animal, en sus vísceras y en la zona perirrenal (alrededor del riñón) y en el intestino hay unas membranas mesentéricas; esas son las estructuras que se les dan”, comentó Galindo.
Proceso. El sebo se derrite en pailas similares a las que se usan en un trapiche, hasta lograr una consistencia líquida.
Posteriormente, se envía lo obtenido a la planta, para iniciar el proceso de conversión a biodiésel. En cuanto al aceite vegetal recolectado en establecimientos, este se pasa por un filtro para separar restos de comida que pueda traer y se deja decantar, para que quede lo más limpio posible.
“Una vez que se tienen ambos aceites listos para iniciar el proceso, se calientan a alrededor de 55° o 60 ° C. Se les agrega un catalizador: nosotros usamos hidróxido de potasio (potasa) y metanol, en un 20%”, puntualizó Herrera.
Todos los componentes se agitan durante una hora en un recipiente llamado reactor. Adicionalmente, se someten a otro proceso final para dejar el biodiésel listo para poder ser usado en los automóviles.
Herrera vende el biodiésel en su planta de Santa Clara a ¢700 el litro, más impuesto de ventas. Él es consciente de que sus clientes pagan un sobreprecio, en comparación con el diésel regular.
¿Por qué lo pagan? Porque según Herrera el uso de este biocombustible tiene beneficios: por ejemplo, es capaz de disolver cuanta suciedad encuentra a su paso, lo que garantiza menos dinero en afinamiento del motor. Por otro lado, ayuda a que el aceite de motor rinda el doble y si antes había que hacer cambio de aceite a los 5.000 km, con este biodiésel será a los 10.000 km. Por último, aumenta el rendimiento del motor en un 30%, de acuerdo con las pruebas realizadas en una flotilla de vehículos y vagonetas que tiene su empresa H&M.
Para él, la razón de peso es el beneficio al medio ambiente, pues según se ha demostrado, este biocombustible es 80% menos contaminante, ya que emite menos gases que los otros.
Galindo coincidió, al enfatizar en que “antes, todo este material (sebo) lo enterrábamos (...) y esos caldos podían llegar a contaminar los mantos acuíferos”.
Resaltó que, al eliminar esa práctica, “ estamos aportando un granito de arena a la no contaminación” de suelos y agua.
Fuente: La Nación.